En la plenaria de la Cámara de Representantes he dejado constancia sobre la situación crítica que viven los agricultores, ganaderos, piscicultores, la gente del turismo y tantas familias trabajadoras, no solo en el Meta, sino también en Casanare, Guaviare, Vaupés, Vichada, Arauca y parte de Cundinamarca.
Se trata de una carretera de apenas 90 kilómetros que debería ser motor de desarrollo para la media Colombia, región proveedora de alimentos y petróleo para el país, pero que hoy está convertida en un obstáculo.
El contrato de concesión de esta vía es un negocio leonino: la concesionaria solo responde por la cinta asfáltica, mientras que los derrumbes a derecha o izquierda deben ser asumidos por el Gobierno Nacional. Así, se protege el negocio de un solo grupo económico mientras se sacrifica la economía campesina, el turismo y la vida misma de los llaneros.
Pagamos tres peajes, los más costosos de Colombia y quizás del mundo. Mientras tanto, la media Colombia sigue aislada, atrapada entre la falta de movilidad y la ausencia de respuestas.